dc.description.abstract | La Argentina, cuyo nombre (derivado
del latín: argentum = plata) alude a las
minas de plata, desde los tiempos de la
colonización española tuvo la intención
de ser un país minero, intención que se
sostuvo hasta las primeras décadas de la
vida independiente. Pero, desde fines del
siglo XIX desarrolló un modelo económico
agro-ganadero, fundamentalmente basado
en las formidables condiciones de la
Pampa Húmeda, una región envidiable a
nivel mundial por su capacidad de producción.
Este exitoso modelo, lógicamente,
creó una paralela «cultura agro-ganadera
» en la comunidad, y la vieja «cultura
minera» se fue perdiendo a través del
tiempo, hasta desaparecer, de tal modo
que la población argentina carece hoy en
día de los conocimientos más elementales
acerca de cómo es y cómo funciona la
minería, y particularmente, la incidencia
que tiene el aprovechamiento industrial
de los minerales en la vida actual de los
seres humanos. Vale la pena agregar que
la asignatura «Mineralogía y Geología»
que se dictaba en todos los colegios desapareció
de los planes de estudio hace
más de cincuenta años.
La falta de cultura minera se hace
evidente en muchas de nuestras actitudes
cotidianas. Por ejemplo, si nos servimos
una copa de vino, inmediatamente
asociamos el contenido de la copa con
un viñedo, con las uvas que se usan para
elaborarlo. Sin embargo, generalmente,
no se nos ocurre asociar el vidrio de la
copa con los minerales que se utilizaron
para su fabricación (figura 1).
Como consecuencia del modelo
agroganadero, la minería argentina nunca
se desarrolló de acuerdo a las posibilidades
de sus condiciones geológicas y
tradicionalmente el país tuvo un crónico
déficit en su balance comercial debido
a que siempre tuvo que importar
mucho mas de lo que exportaba en materia
de minerales. Además, las provincias
alejadas de la pampa húmeda quedaron
relegadas como consecuencia del
modelo, ya que muchas de sus posibilidades
de crecimiento económico dependía
del desarrollo del potencial minero.
Por obra de los vaivenes propios de la
política o por la evolución de las condiciones
económicas, en la última década
del siglo XX, la clase política dirigente se
puso de acuerdo en formular una política
de largo plazo para promover la inversión
en minería. Como consecuencia, se
produjo una positiva respuesta de empresas,
muchas de ellas internacionales,
que llevaron a cabo inversiones de riesgo
en yacimientos y en áreas potencialmente
favorables, principalmente en la Región
Andina y en la Patagonia. Como resultado
de ese proceso, se pusieron en
producción algunas nuevas minas que, en
poco tiempo crearon miles de puestos de
trabajo y multiplicaron el valor de las exportaciones
de origen minero, a la vez
que se avanzó en la exploración y estudios
de factibilidad de otras minas.
Sin embargo, apenas comenzado este
nuevo siglo, se presentaron ciertos inconvenientes
y algunos cuestionamientos a
proyectos mineros que alcanzaron repercusión
pública. Sin hacer juicios de valor,
estos hechos han puesto de manifiesto,
entre otras cosas, el déficit de conocimientos
sobre la actividad minera a nivel
general y la falta de comunicación por
parte de los actores hacia la comunidad.
Esperamos que esta obra sirva para
aportar un mínimo de información acerca
de esta actividad extractiva que, con
su desarrollo, permitió el progreso de la
humanidad hasta el nivel que hoy disfrutamos. | es_AR |